(
Musa Hilda Elena
Godínez)
VII Juegos Florales de Siquinalá.
El 17 de noviembre de 2007, se le dedicó a la profesora Marta Carranza,
Los VII Juegos Florales como un homenaje especial a su trayectoria. En el acto
protocolario a la premiación, se coronó a la Musa entrante, Hilda Elena Godínez,
quien recibió la corona y el cetro de manos de la saliente Musa, Beverly
Rodríguez. También se tuvo la presentación del declamador, Leocadio, quien con
poemas como El brindis del Bohemio y Verdades Amargas deleito al público
presente. Un elenco artístico de Escuintla hizo dramatizaciones de temas
folclóricos.
La premiación fue así, en la rama de prosa los escritores:
Primer lugar: Luis R. Xalin (Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla).
Segundo lugar: Álvaro Rogelio Gómez Estrada (El Quiche).
Tercer lugar: Francisco estrada (Ciudad Capital).
En la rama de verso (poesía) los poetas:
Primer lugar: José Antonio Arana (Cuilapa, Santa Rosa).
Segundo Lugar: Isaac Morales Sut (Tecpan Guatemala).
Tercer lugar: Carlos Santos (Tactic, Alta Verapaz)
El Jurado calificador del evento estuvo integrado por:
Violeta Rojas.
Lic. Alfonso Prera.
Mario Rendon.
Fedy Ortiz de Relaciones Públicas de la Municipalidad de Siquinala
(Coordinador del evento).
Bayron Castellanos (Maestro de Ceremonias).
En el selecto publico se contó con la presencia del Periodista Carlos
Barranco Rodríguez y Alfredo Moran Aguilar.
Estos son fragmentos de mi cuento ganador, ambientada en la feria
Luciana en el año de 1991, a mis casi 7 años de edad:
“Desde el juego de lotería, pude ver que de una garita (construida a un
costado del salón de baile sobre cuatro horcones que tenían la misma altura de
los postes que sostienen los cables de energía eléctrica), se tiraban varios
niños. Era el paracaidismo infantil: un juego exótico patrocinado por los militares
y por una reconocida marca de aguas gaseosas. (…)".
"Cuando llegué a la garita, de reojo vi hacia abajo que la gente se movía
como las olas del mar. El sol en su ocaso parecía como una toronja madura
colgado de una rama, las golondrinas revoloteaban en los cables de energía
eléctrica… Mientras observaba el paisaje, un oficial me puso un chaleco que
parecía un cargador de bebés. La indicación fue que tenía que tirarme sin
doblar las piernas para ganar un diploma. Ya estando en la orilla, de lo que para
mí era un gran abismo, pensé tres veces en un segundo si me lazaba o no. Cerré
los ojos almendrados y con las piernas rígidas, me lancé al vacío… cuando abrí
las pestañas, iba aleteando por los aires como un pájaro pichón (que la madre,
le hace resbalar obligadamente del nido para que aprenda a volar), prendido de
un cable vertical que unía de un extremo al chaleco, y del otro, a una garrucha
que giraba sobre un cable horizontal que terminaba en un poste. La distancia
del cable horizontal entre la garita y el poste, se puede decir que, medía el
tiempo que tarda el grito de un niño”.
Galería fotográfica:
Fuentes:
Revista Sendero
del Periodista Alfredo Moran Aguilar.
Revista Cotzumalguapa del periodista Carlos Barranco R.