En la primera parte
sintetice el buen trabajo que hicieron mis profesores en la etapa de la
educación primaria al tratar de inculcarme las bellas artes. En esta entrega,
me enfocaré en el loable apoyo por parte de otros maestros que sin tener el título
fueron bases solidas para mi formación académica:
Sin lugar a dudas, el primer sostén se recibe
de quienes son llamados “los primeros maestros” y, efectivamente, me refiero a
mis padres. En la casa, mi papá además de ayudarme con las operaciones
elementales de la matemática, trató de enseñarme a tocar la guitarra, pero
tampoco la música fue mi fuerte. Me encantan las canciones, pero mi voz para
cantar es de esas que quiebran los cristales y nunca desarrollé habilidad
alguna. También, hizo hincapié en enseñarme las pautas de la agricultura, la
apicultura y la ganadería. Sin embargo, entre piquetes de abejas, cera, miel,
polen, futas y granos, quedito me desvié como algo inusitado por el sendero de
la literatura que me ha alejado de alguna manera de los llamados “malos vicios”.
(Por
lo anterior, no me sorprendió un
comentario que me hizo un buen amigo, que entre otras cosas decía: “Quien pudiera
imaginar que el hijo de un agricultor y
cortador de caña se convertiría en un escritor”. Modestitamente le agradecí y le
aclaré que me considero nada más un
aprendiz).
Por su parte mi madre me
inculcó la lectura porque me hizo releerle muchas veces un mismo libro. (No reseñaré más porque en anteriores entregas
ya lo he apuntado ¡Ahora tendré el honor
y el privilegio de leerle mi propio libro de cuentos (inédito) y secarle con mi
pañuelo un racimo de lágrimas, fruto de la emoción! ¡Ella es “la culpable” de
que sea uno de los amantes de doña
lectura y no la puedo abandonar! ¡Amo escribir y amo leer! Ahora que tengo dos
amores, comprendo el por qué se encuentra el amor en una, y el placer, en la
otra.
Quiero hacer una mención
especial a quien también se ganó el calificativo de maestra: a mi tía (sin
nombres, ni apellidos) que por las noches me explicaba las operaciones de la
división porque había “tronado a sapo” el quinto grado por la carencia de
conocimiento, especialmente en matemáticas, y gracias a su orientación logree
una honrosa distinción en el último año escolar del nivel primario. Y también me obsequió varios
libros de lectura que releí en mis años mozos.
He aquí, parte del proceso
de cómo la telaraña de la literatura me atrapó en sus extraordinarias redes. Quizás decidí escribir porque sólo debo tener
un lápiz, unas hojas de papel (o una computadora), un borrador grande y una
copa de vino para dejar volar mi imaginación. ¡Y al terminar cada escrito el
mejor de los premios es recibir un ardiente beso de la amada “traida”! La
literatura me ha enseñado a dibujar con letras mis sublimes y emotivos retazos
infantiles; a pintar con frases y oraciones algunos retozos y a volver a poner
en escena los recuerdos infantiles más
emotivos. ¡Ahora quiero ser un pintor de cuentos! ¡Pretendo ser un dibujante de
poemas! Soy aprendiz de actor de mis recuerdos! He podido viajar
(metafóricamente) a mundos lejanos, he
gozado muchas locuras con las bandadas de letras que felizmente han posado en mis
hojas de papel. He regresado al pasado en esa máquina del tiempo que todos
llamamos evocaciones. He cultivado rosas donde otros veían un desierto…
Mis padres me apoyaron en
todo. Responsables a sus obligaciones paternales, me sugirieron que estudiara una carrera
profesional de mi elección, pero una que
tuviera la vocación del servicio para así
tener un quehacer que me proveyera de
recursos económicos para mi sobrevivencia y a la vez, contribuir a la patria. Y
yo escogí una que me ha dado mucha satisfacción personal. ¡Hasta la fecha: las
letras que cuelgan de los panales de mi mente y que producen el zumbido de la
inspiración (que por las noches muchas veces me priva del sueño), ya me han
dado de saborear en algunas ocasiones, las exquisitas mieles del triunfo!
Bueno amables lectores esto ha
sido una breve autobiografía (incompleta). Con esto finalizo el 2014
que personalmente me ha dado muchas bendiciones. Si Dios, y el director, me lo permiten seguiré
el otro año publicando mis Xalinotas en esta “revista que no se vende”, ni se
venderá.
Autor: Luis Xalin.