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Un problema social... (II parte)


 

 

Siempre los consejos se dan cuando los errores ya están hechos convirtiéndose en regaños e insultos y hasta en golpes. Visto desde otro ángulo, un mal padrastro o madrastra lastima al hijo de su pareja. O los padres se golpean entre ellos y hacen de los insultos  y los golpes el pan de cada día.  Cualquiera de estos problemas puede concluir a un muchacho a la soledad y a sentirse despreciado e incomprendido. Entonces busca equivocadamente  en las “maras”  a la familia que le han negado, haciéndole creer al principio que ellos lo protegerán y le proveerán de lo necesario sin compromiso alguno pero no es así. Buscara el cariño disfrazado por promesas falsas, pero regresará a casa con  el maletín lleno de violencia, de odio, de dolor…

Por eso la familia es la base fundamental de la sociedad; es importante por el amor y la comprensión que brindan los padres que aunque no son perfectos tratan de ser los mejores a diario. Y por eso los patojos decimos que “tenemos los mejores padres del mundo”. También porque el niño allí, en el hogar, aprende los valores morales y religiosos.  Un niño si vive en un ambiente diario  de irrespeto y violencia querrá tratar de igual manera  a sus semejantes sin motivos. Pero si vive lleno de cariño lo más probable demostrara lo que le han ensenado.

No tiene la culpa el loro sino quien le ensene a hablar, mas o menos así reza un adagio popular. Lo que no se puede negar es que la maldad es como una enfermedad congénita contagiosa. Nosotros como hijos o padres debemos contribuir  a la sociedad más humanitaria, porque debemos poner un granito de bondad para poder construir y salvaguardar  el mundo en que vivimos. Lo que hacemos nosotros afecta a la gente que nos rodea, si somos positivos transmitiremos esperanzas al prójimo. Si somos negativos seguramente quedaremos como un mal amigo. Lastimosamente tendemos a imitar lo que otros hacen, aunque no se lo correcto. Si imitamos lo bueno, no hay clavo.  Pero somos más susceptibles a aprender las cosas malas y muy vulnerables a sus consecuencias.

Deberíamos luchar para ser buenos padres aunque seamos malos hijos…

 
 

Artículo publicado en la revista “Cotzumalguapa”, julio de 2007.
Redactado libremente.