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Heridas y jeroglíficos (cicatrices) visibles e invisibles..

Y  qué hay de las heridas causadas con palabras filosas y  por actos envenenados por personas inconscientes?
Estas heridas invisibles, que  a diferencia de las heridas visibles, no les nacen costras de la noche a la mañana ni sangran por estar abiertas en el corazon. Sólo duelen como escuchar el silencio.
Las heridas visibles son aquellas que se hacen con un arma. O con un instrumento. Como un cuchillo o un machete. A veces por acciones inocuas, como pelar una naranja, un coco o una caña de azúcar, por hacer leña, por “chapear” o hasta por hacer alguna travesura.
Todavía recuerdo –me conto Güicho, mi otro yo, para no escribir con egocentrismo-   como me hice esta herida… claro que ahora ya es una cicatriz, en el dedo índice de la mano izquierda. Fue cuando hacia leña de un “palo volador", y se le ocurrió, con el deseo de cualquier patojo, tallar una horqueta para hacer una honda y así poder ir a “iguanear” con una propia. Tallándola estaba con mucho cuidado, cuando ¡zas! Se pego el corvazo en el dedo…
Otra vez, Güicho jugaba “tenta”. Descalzo como muchos amigos de su edad y de su aldea. Corría para que no lo tentaran, viendo hacia atrás, cuando sin darse cuenta, se paró sobre un “chaye” y según él, el alcohol que le echaron era más fuerte que el que hacen ahora porque cuando se lo aplicaron en la herida visible le ardió hasta el alma…
Las heridas visibles, así como las invisibles, las podemos evitar. No ofendiendo ni haciéndole mal a nadie. Y cuando lo hagamos sin darnos cuenta, o por  verdaderas ganas de “joder”, mejor pidamos disculpas. Para que no quede rencor en la herida que uno hace y para que no genere deseos de venganza, que sea el inicio de una gran cantidad de eslabones que formen una en una enorme cadena.
La herida es el presente doloroso y una forma de probar la gran debilidad de la humanidad.
Cada vez que tengamos o provoquemos una herida invisible, pongámosle un poco de pomada de arrepentimiento que hará que se forme la costra del perdón, vendémosla con calma y de vez  en cuando lavémosla con agua de olvido. Yo sé que es difícil, pero intentarlo es el principio de querer poder hacerlo.
Y las cicatrices son jeroglíficos  del pasado y son imborrables en el alma de cualquier persona a las que siempre les están recordando, estas palabras: dolor, perdón, arrepentimiento, olvido.
Sabiendo que la lengua no tiene pelos ni huesos, cuidemos muy especialmente la palabra para evitar herir con ella.


Autor: Luis Xalin.


Nota: artículo publicado en la Revista “Cotzumalguapa “, octubre 2003.



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