Reseña sobre El paracaidista infantil
Por Glenda Silva Vaca.
Sin duda la palabra es el espíritu que usando nuestros dedos, nuestra voz y todo aquello que se afinca en nosotros, lo saca y lo transforma. Toma el dolor o la alegría que una vez viviste, y lo convierte en el alimento de nuestros ojos.
Luis Xalin en su libro «El paracaidista infantil» trae las experiencias de la niñez y las traduce en historias que cautivan no solo nuestra fantasía, sino nuestro asombro. Nos lleva de la mano y nos inicia con el milagro de la vida, con el coraje de una madre y un padre, cuya fe sobrepasa todo lo determinado aquí en la tierra.
El libro está conformado por varios capítulos que son independientes entre sí y, sin embargo, al juntarlos tienen una unidad tanto en el sentimiento como el tema.
Posee un lenguaje claro que si bien es narrativo, también es poético:
«Mi corazón palpitaba en el pecho como el pájaro carpintero que, quizá cien veces en un segundo, picoteaba la corteza seca, prendido de la rama de un matilisguate.
En la cima de la garita, vi de reojo: abajo la gente se movía como las olas del mar mientras las golondrinas revoloteaban entre los cables de energía eléctrica. El sol en su ocaso me recordó a una toronja madura colgada de la rama…»
A través de sus palabras en el capítulo: «El pianito», nos recuerda tanto a niños como adultos, la realización desbordante que da la entrega, más si nace en el corazón. Una historia, donde prefiere obsequiar algo que amaba en beneficio de la felicidad del otro, para llegar al final con estas palabras:
«Después de la repartición del pastel, los tres hermanos, a pie, nos dirigíamos a nuestra covacha. Yo regresaba sujetando una pelota plástica. En mi alma aleteaba una emoción inefable, y un sentimiento hermoso llenaba mi cántaro de espléndida armonía a pesar del llanto…»
Luego continúa contando algunas travesuras hasta llegar al capítulo: «Demasiado tarde», una narración que nos lleva a cuestionarnos: ¿Hasta qué punto el resentimiento, el rencor, la dureza con la que recubrimos ciertos momentos de nuestra vida, un día pueden volverse contra nosotros?
Al hablar de su tía, la cual buscaba el perdón de su padre y no era escuchada; cómo al morir ella, toda lágrima y arrepentimiento llegan demasiado tarde:
«Los papeles se habían invertido: él lloraba sobre su cadáver, desconsolado, y, mientras oprimía contra su pecho el cuerpo inmóvil, le decía:
—Hija mía, ¡perdonáme! ¿Sí? ¡Mi muchachita! Perdonáme, ¡por favor! Me dejaste, morenita. No sabes cuánto me arrepiento; fui un mal padre por no haberte perdonado, ¡ahora, perdonáme! Cómo quisiera volver al día que pude hacerlo…»
Seguimos sumergidos en el libro y podemos adivinar el amor por su hermano, por sus padres, por una tierra llena de ceibas, de sauces, de aves y de vida en la más pura de sus formas.
Sin embargo, antes del cierre nos detenemos en: «Corazón roto». La inocencia de un niño, ávido por estudiar, ávido por aprender, le hace sentir que usar unos zapatos rotos es lo de menos hasta que una compañerita se lo recuerda.
El burlarse de lo que otro no pueda poseer ¿Hasta dónde nos pueden afectar? ¿Por qué no ser únicos? ¿Por qué pretender que todos debemos lucir como si saliéramos del mismo molde? O lo que es peor, que llevemos todos lo mismo, como si las circunstancias familiares fueran iguales.
El apoyo de la maestra para que no se sienta mal hace la diferencia en la historia, porque a pesar del acoso de los compañeros, hay alguien determinada en hacerlo sentir bien:
«Las caricias de la maestra me regresaron al presente. Los compañeros se habían calmado. En ese momento, yo ignoraba que, a la mañana siguiente, ella me llevaría un par de zapatos nuevos»
Finaliza su libro con una maravillosa leyenda maya, reflejada en el abrazo de dos ceibas, que representaron no solo una historia de amor, sino la historia vivida por sus abuelos y de todo aquel que amaba ese lugar.
Nos trae de alguna forma hasta nuestros días, porque la lucha y el amor por la naturaleza debe ser más que palabras, una acción.
Un libro para la imaginación, pero también para que pongamos los pies en la tierra. Un escritor sin miedo a usar el vocabulario de su tierra y sumergirlo en un lenguaje que atrapa los sentidos.
Autora: Glenda Silva Vaca
Reseña publicada en: www.glendasilvavaca.com
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